martes, 20 de marzo de 2012

Las torres que rasgan el cielo

Emergen con su iluminación acaramelada...
  Hoy quiero referirme a esa visión majestuosa que se puede apreciar al llegar desde las diversas entradas a la ciudad de Arévalo, y se ofrece el conjunto monumental de torres, recortada silueta en el horizonte de esta meseta castellana. Es francamente atractiva la visión de esa agrupación de torres medievales, torres mudéjares que junto con el castillo,la Lugareja y las torres nobiliarias, dejan abierta la inquietud por conocerlas de cerca. Efectivamente, son muchas las personas que ante este espectáculo tan atractivo se plantean una visita más detenida. Son un reclamo que cobra un atractivo especial en la noche, cuando emergen con su iluminación acaramelada que realza si cabe aún más esa arquitectura, legado de una historia con impronta.
  Efectivamente, esa es la visión que admiraron desde la lejanía tantos viajeros de las más diversas procedencias cuando se acercaban a esta ciudad mudéjar por excelencia, entorno monumental que sigue impactando y nos habla del carácter histórico de la antigua importante villa hoy pequeña ciudad castellana.
  Siete torres de templos, las que nos quedan de aquel antiguo conjunto que formaron sus once parroquias, los monasterios, el castillo, las murallas y las casas fuertes torreadas de su nobleza.


Siete torres de templos, las que nos quedan de aquel antiguo conjunto...

  Torres de San Martín a las que llamamos gemelas, aunque no parecen ni mellizas, pues ambas son distintas y cada una con su impronta particular.
Torres de San Martín y la de Santa María en medio.
La Torre de los Ajedreces, soberbia y decorada con arquerías ciegas, con la característica decoración de tableros de ajedrez, que la dio nombre, reminiscencia de la influencia árabe de nuestro mudéjar. A veces se la ha citado como la “torre vana” por la estructura interna que es diferente a las otras. Es la bella dama de nuestras torres. Al poniente de esta misma iglesia, la Torre Nueva, aunque los historiadores del arte dicen que se construyó hacia el año 1200, más sobria que su compañera, pero bella también en su sobriedad, donde la decoración es limitada, aspecto elegante en su elevación y terminada en terraza. Entre ellas reposa el rosario de arcadas de baquetón y alternadas de rosetas, de labrados capiteles historiados unos, de follaje otros, primorosos todos. Atrio de San Martín.
  Cómo se aprecia que la piedra,  nuestra piedra caliza de Cantazorras está cansada, muy cansada… tan cansada que nos abandona por momentos exfoliándose a capas, como la cebolla, descascarillándose... desdibujando sus figuras y volutas. Junto a ellas, el rumor entrecortado y temporero a veces, de los chorrillos de la Fuente de los Cuatro caños, fuente antigua gallonada y escamada, que está como acostada a sus pies, entre bolas pétreas escurialenses.
  Muy cerca, en la misma Plaza de la Villa", tenemos otra imponente torre, quizás la más elevada del conjunto, la de Santa María. Distinta y al mismo tiempo complementaria de las anteriores. Altas arquerías en su campanario, ventanales enmarcados en alfiz, otra influencia mora, con las cenefas de ladrillos en esquinilla, características de este arte, que juega con sencillos adornos, con el color blanco de la cal y el rojo de ladrillo de alfar, y el volumen, con las sombras cambiantes según las horas del día. Es nido habitual de cigüeñas, que la habitan hasta la superpoblación. En ella está la "Campana de la Queda" horario oficial de la villa medieval y las cien campanadas avisando del cierre de sus murallas… A sus pies, el Pantocrátor románico y el artesonado mudéjar del coro bajo, arte de primera.
  La otra torre más alta es la de El Salvador, potente y majestuosa, maquillada de cales modernas. Altos ventanales y una cúpula en su interior que es un primor de la arquitectura. Un sencillo tejado moderno con veleta y más cigüeñas.
San Miguel con San Juan al fondo.
  San Miguel, torre mocha, sin remate, que lo perdió en una de esas revueltas sucesorias, cuando este enclave castellano era lugar de intrigas y fidelidades, esas que le dieron los títulos de “muy Noble y muy más Leal…” Como otras torres mudéjares, tiene el cuerpo bajo macizado con entrada en alto y esas bóvedas escalonadas que recorren sus muros rodeándolos a medida que ascienden. Cuerpo de campanas mutilado… y en su base piedras de tumbas romanas, entre ellas, un berraco celtibérico se atisba…
  San Juan es la torre de las incógnitas, mudéjar como las demás, trastocada, camuflada y reacondicionada, pero antigua, que ya existía cuando se fabricaron las murallas. Era el primer pararrayos de las dañinas tormentas, siempre muy tocada por los rayos. Renaciente es la galería de balaustres pétreos y bolas, barroco su chapitel de pizarra… Es la casa de San Zacarías, el románico borgoñón de Arévalo.
  Santo domingo, torre humilde pero airosa, también con bolas de granito y unas pinturas a sus pies. Una figura del Sagrado Corazón de Jesús la corona.
La Torre del Homenaje del Castillo, alta y potente...
  Hay otro enorme torreón, que no es de templo. La torre del homenaje del Castillo, alta y potente, que nos habla de los tiempos medievales. Castillo de Castilla, todo un símbolo de una época y de un nombre… Otras torres conforman el recinto militar y nuevos hallazgos, más restos históricos que la arqueología está desentrañando de la tierra para mejor comprender la fortaleza de estos muros.
  Torres nobiliarias de los antiguos linajes, torre de Sedeño, mudéjar con portada de esgrafiados. Torre de los Tapia, renacentista blasonada y con arquerías como mirador, junto al Arevalillo.
  No podíamos finaliza reste recorrido por las elevaciones arevalenses, sin acercarnos a otra torre que no lo es, pero lo aparenta, es el cimborrio de la Lugareja… restos venerables de antiguo monasterio cisterciense, hoy ermita de una Virgen de Junio, ya sin romería… por la debilidad de unos y la prepotencia de otros. Potente construcción cuadrada y surcada de arquerías, triple ábside y cúpula escondida, de esas cúpulas del Duero con mucha personalidad y valor histórico-artístico. Es el edificio más valorado y enigmático de nuestra arquitectura.
  Torres que jalonan nuestro horizonte, perlas del mudéjar que adornan y coronan esta ciudad, buque varado entre las cárcavas de los dos ríos, hondonadas de verdes riberas surcadas por aguas parcas y tranquilas, y todo ello, en medio de la meseta castellana…

Textos: Ricardo Guerra Sancho, Cronista Oficial de la Ciudad de Arévalo.
Fotos: Julio Pascual Muñoz, Chuchi Prieto y David Pascual.

2 comentarios:

  1. En muchos lugares cobran un euro simbóloco por subir a alguna de las torres. La visión del caserío desde la altura tiene un atractivo al que pocos se resisten. En Arévalo tenemos, entonces, siete torres desaprovechadas.

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  2. Totalmente de acuerdo Luis, además se ayudaría enormemente a tener en buen estado esas torres que tanto dotan de personalidad a nuestra ciudad.

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